Deambulando solo por casa, paseando de aquí para allá, divagando, recordando.
Sin nada que hacer salvo organizar pensamientos y facturas de la luz.
Miro a mí alrededor en busca de compañía. Cuatro ojos felinos se cruzan en mi visión.
Miradas intensas y expectantes escudriñan mi ser desde la puerta. Siento que quieren decirme algo pero… ¿Qué?
¿Qué les pasara por esas diminutas cabecitas? Me gustaría saberlo. Aunque lo más probable sea:
“¿Qué coño estas haciendo? Deja de pensar, actúa.”
O tal vez sea mi puta conciencia, quien turbada por el humo y la
soledad intenta mandarme un mensaje. Pues apenas ya la escucho.
Segundos después me dan la espalda, se miran entre ellos, se huelen, se van.
Orgullosos y en silencio, como el que termina de batirse en duelo victoriosamente.
Me miro al espejo y descubro una nueva expresión desconocida hasta
ahora, como de vergüenza e incredulidad. ¿Dos animales me acaban de
sermonear con la mirada?
En fin, creo que seguiré deambulando solo por casa.
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